martes, 21 de diciembre de 2010

Dream II

Una sala llena de espejos. Veía todos y cada uno de ellos, pero desde una perspectiva extraña.
Miro alrededor de mí y veo un marco antiguo, bien rematado, perfecto. Alargo la mano y topo con un cristal. ¿Estaba dentro? ¿Cómo podía estar dentro de un espejo?
Lo siguiente, agobio. Quería salir de ahí como fuese, pero no podía. Grité y golpeé el cristal, pero no daba resultado.
Hasta que de pronto, alguien entró en la sala. No recuerdo muy bien quién era, pero cogió el espejo en el que estaba y lo estampó contra el suelo. Al chocar contra el suelo y romperse en mil pedazos, me vi fuera de éste...pero al mismo tiempo todos los espejos comenzaron a romperse simultaneamente.
21/10/2010

Dream I

Soñando, soñando...Un barco, un atardecer y una preciosa ciudad al fondo.
Sentada frente a un caballete con un lienzo. En mi mano, un pincel y al lado una caja con múltiples colores de acuarela. Ciertamente, me estaba quedando genial...
De repente, todo negro. Alguien me había tapado los ojos. Sin saber cómo, reconocí eas manos y ese tacto...tan característico...Me quita las manos de los ojos, giro la cabeza y allí está, con su inconfundible sonrisa. Me da un beso en la mejill, yy mientras lo hace, me coloca en el cuello un colgante, una especie de portaretratos. En su interior, una foto de ambos haciendo el imbecil.
Sonrío al verla y escucho su inconfundible tono de voz, decir: "Para que no te olvides"

15/10/2010

viernes, 1 de octubre de 2010

Siempre en standby

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos
y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas,
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me arruinan las prisas
y las faltas de estilo,
el paso obligatorio,
las tardes de domingo
y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran a sus ideales
sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico
y tanto sin sentido.
Parado frente al mar
mientras el mundo gira.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Lluvia

Viento, tormenta, lluvia, olor a tierra mojada…Son tantos recuerdos, pero solo me acuerdo de esa tarde en concreto.
Estábamos sentados en el césped, estudiando. Hacía viento y se nos volaban los folios escritos con apuntes y hacia pasar las hojas del libro a toda prisa. Nos mirábamos mientras intentábamos que los apuntes no se volasen, o suspenderíamos los exámenes.
A lo lejos, se veían nubes negras que acechaban con chafarnos la tarde de estudio improvisada en el césped, y cómo no, al poco rato, lo hicieron. Empezó a chispear y poco a poco nos íbamos mojando, con cada gota un poco más. Me miraste, te devolví la mirada y tú, tu típica sonrisa de picardía. Sabía exactamente lo que ibas a hacer, y yo, no hice nada por impedírtelo. Es más, estaba deseando de que lo hicieses.
Salvaste la poca distancia que había entre nosotros y te bastó solo una mirada, para después, lanzarte a darme un beso. Tus labios mojados resbalando por los míos, al igual que lo hacían tus manos por mi cintura. Nos separamos apenas unos centímetros para clavarnos la mirada durante una fracción de segundo y nos abalanzamos el uno contra el otro en busca de los labios en un frenesí. No tardaste en cogerme de las muñecas, pegarme al suelo para que no me moviese y ponerte enfrente de mí. El olor a tierra mojada era mucho más patente ahora que antes, la hierba mojada en contacto con mis brazos, mis manos, a pesar de que me las estuvieses sujetando con una mano, completamente empapada…
Tu mirada lo decía todo. Era en las únicas ocasiones en las que podía ver dentro de ti, las únicas ocasiones en las que te veía venir de lejos. Y me encantaba. Me encantaban esos momentos en los que no ponías ese pequeño velo y podía ver que estabas pensando, pero tengo que reconocer que me gustaban más aún aquellos en los que no era capaz de descifrar lo que estabas pensando, era como perderme en un mar de matices dorados.
Y allí nos quedamos, empapándonos cada vez, calados hasta los huesos pero sin el mínimo atisbo de frio, al contrario, si no hubiese sido porque escuchamos voces, hubiésemos acabado sin ropa allí mismo.

domingo, 16 de mayo de 2010

La princesa (II)

[...]
Cae la noche y necesariamente tiene que dejar de leer porque no dispone de velas ni candil. Se levanta y vuelve a ir hacia la ventana, abriéndola de par en par, ya que es de noche y la luz de la luna es mucho más tenue que la del sol y no le daña tanto la vista. Además, en la noche pasan cosas mucho más interesantes que por el día, hay mucha más actividad, aunque más sitil, claro.
Observa desde la ventana el jardín de palacio bañado todo él por la luz plateada de la luna. Sonríe levemente, pues los sonidos de fuera invitan a la relajación, y en combinación con el aroma dulce del azahar, el ambiente se hace perfecto.
Cierra los ojos y deja que ese agradable y dulce perfume la embriague.
Al cabo, abre los ojos como si acabara de despertarse, con la misma lentitud...pero ésta vez disfrutando de una maravillosa vista. Pero... ¿Qué es eso que se esconde? Parece ser que algo ha aparecido en su espléndida vista, algo que antes de cerrar los ojos no estaba.
Parece...¿una persona? No alcanza a verlo con claridad porque está escondido entre varios naranjos y la luz de la luna apenas se filtra entre sus hojas. Pero apostaría lo que fuese a que se trata de una persona.

domingo, 4 de abril de 2010

La princesa (I)

En un hermoso palacio, en el mismo centro de Estambul vive, o mejor dicho, duerme una princesa desde hace varios años, encantada por un hechizo más antiguo que la propia existencia. Sólo podrá despertar cuando su mortificado y maltratado corazón se recuperase de todas las heridas inflingidas en el pasado.
Y ese día llegó.
La princesa despierta de su profundo y aletargado sueño. Abre los ojos con deliberada lentitud, temiendo que el sol la deslumbre...¿Pero cuál es su sorpresa? No hay luz del sol, solo una tremenda oscuridad...una oscuridad tan negra y profunda como un agujero negro, esos de los que tanto hablan los astrólogos y nadie cree.
Sus ojos tardan un rato en acostumbrarse a la oscuridad pero pronto la angustia y la ansiedad comienzan a hacer mella en ella. Se incorpora en la cama y se levanta de ésta, palpando cuánto hay a su alrededor para no tropezar con ningún obstaculo. Una mesita, el tocador, una silla...y por fin la ventana.
Palpa con una mano el pestillo y se percata de que está echado. Con cuidado, lo corre hacia la derecha y abre las hojas de madera.
La luz inunda la habitación, al igual que los sonidos del exterior. El canto de los pájaros, la brisa que acaricia las copas de los árboles y la hierba que crece a sus pies, el murmullo del agua de un riachuelo cercano...
Todo inunda su sery la hace sonreir, aun con los ojos enrojecidos a causa de la luz pero da gracias a Alá por haber despertado de ese sueño para volver a mirar la belleza que el mundo le ofrece.